Con la segunda parte de Wicked en el horizonte, Jon Chu reflexiona sobre el futuro del cine musical, los riesgos formales detrás de la saga y la profundidad emocional que atraviesa la relación entre sus protagonistas. Entre confesiones creativas, decisiones radicales en el set y lecturas políticas contemporáneas, el director revela cómo un género tantas veces declarado muerto vuelve a reinventarse. Desde Sao Paulo, luego de ver el film con más de 2000 eufóricos fans, tuvimos la oportunidad de estar en una rueda de prensa con el director del film quien nos contó lo siguiente:
El estado del cine musical: entre la crisis y el renacimiento
Para Chu, los titulares que anuncian la muerte del musical son tan antiguos como el propio género. “Incluso en la escuela de cine me decían que los musicales estaban muertos y que no debía escribir uno”, recuerda. Pero para él, la vitalidad del musical radica en su intimidad: la capacidad de revelar no solo lo que un personaje dice, sino lo que piensa.
“Estamos a punto de entrar en una edad dorada del musical”, afirma el realizador con convicción. Wicked, dice, ha ayudado a reabrir puertas en la industria. “La música es un lenguaje demasiado poderoso para desaparecer. Y el cine le agrega capas de inmersión únicas”.

El riesgo como metodología: la ruptura estructural de Wicked for Good
Si la primera película abrazaba los códigos más reconocibles del musical —estructura luminosa, canciones emblemáticas y energía de coming-of-age—, la segunda parte opera en sentido contrario. Chu lo describe como “un quiebre deliberado de todas las reglas”.
Escuchar hablar al director es un lujo, la pasión que vemos en la película y su base de fans es la misma con el que el realizador se expresa sobre la música, las diferentes formas en que hizo las escenas y cómo ha cambiado su forma de ver todo después de “Wicked: For Good”
“Siempre pensé ambas películas como una sola. Y en la segunda todo se fractura: el cuento de hadas, la estructura, incluso las expectativas del espectador”, explica.
La secuencia de For Good fue el mejor ejemplo de ello. Con un despliegue técnico enorme preparado, Chu decidió retirarse y dejar que Ariana Grande y Cynthia Erivo dictaran el tono.
“Como director, hacerse a un lado es un riesgo enorme. Pero la verdad emocional estaba ahí. Solo había que seguirla”. Haciendo referencia al talento de sus protagonistas y la química que sale de sus voces cada vez que se toman la gran pantalla.
Elphaba y Glinda: una amistad que sostiene la saga
Más allá de las lecturas románticas o queer aportadas por la audiencia, Chu sostiene que el corazón de Wicked es la amistad, un vínculo narrativamente más complejo que el romance.
“Las historias de amor tienen finales reconocibles. Pero la amistad no. Es caótica, exige perdón constante, cambia de forma”, señala. Y eso, asegura, fue lo que guió la puesta en escena entre Erivo y Grande.
Hubo momentos que nacieron completamente de ellas, como una escena posterior a For Good que surgió de un ensayo sin corte. “Me puse a llorar. Allí entendí que la película también era sobre la fragilidad y la potencia de un vínculo así”.

Un musical político para tiempos convulsos
Aunque la novela de Gregory Maguire y el musical de Schwartz y Holzman se escribieron hace dos décadas, su lectura política se siente sorprendentemente actual. Chu reconoce que esa vigencia es parte de la tragedia: “Una historia atemporal siempre es oportuna… y a veces es triste descubrir que seguimos en los mismos ciclos de poder”.
Durante la producción, la pandemia, la polarización global y las nuevas tensiones sociales moldearon el tono del proyecto. “Mientras editábamos, el mundo fue tomando caminos que hicieron que la película se sintiera todavía más urgente. La pregunta que deja es: ¿realmente somos esto?”.
Elphaba en modo icónico: poder, ruptura y consecuencias
En Wicked for Good, Elphaba aparece en su forma más poderosa y más solitaria. Chu quería mostrarla casi como una figura del western: una presencia imparable cruzando un paisaje hostil.
“Ella sabe lo que quiere: liberar a los animales y exponer al Mago. Necesitábamos darle acciones claras para que su arco emocional se entendiera desde el primer minuto”, comenta.
En contraste, Glinda enfrenta el vértigo de vivir en un mundo hecho a su medida, atrapada en la burbuja del privilegio. “Ese choque hace que sus trayectorias se vuelvan inevitables y dolorosas”, explica.
El impacto del éxito de la primera película
Aunque ambas partes se rodaron simultáneamente, el éxito de la primera sí modificó el enfoque final de la segunda. “El público ya estaba emocionalmente dentro. No necesitábamos convencerlos de nuevo”, dice Chu.
Esto le permitió abrir Wicked for Good con un tono más oscuro, más directo y más arriesgado de lo que habría sido posible inicialmente. “Podíamos entrar de lleno. Sabíamos que nos estaban siguiendo”.
Sin duda una película para disfrutar, para quien escribe, incluso mejor que la primera parte y ya la puedes ver en cines de Chile desde este jueves.