Shih-Ching Tsou, su directora, hace su debut en solitario después de que ha sido una acérrima colaboradora de Sean Baker en la mayoría de su filmografía, produciendo icónicas películas como “Tangerine” o “The Florida Project”. Esta película tiene tintes de esa esencia, además Baker, es el co-escritor, productor y editor en el film.
Esa sincronía de la dupla se nota en el reconocimiento de tonos y formas que acompañan también la historia de sus otras colaboraciones. En ese contexto, la película de Tsou tiene esa familiaridad en colores y uso de cámara que hace que el espectador no solo esté hipnotizado con lo estético, sino también pueda disfrutar plenamente de sus diálogos y narrativas si conoces sus trabajos anteriores.
La sinopsis del film versa sobre una madre taiwanesa y sus dos hijas que se relocalizan en Taipeí tratando de adaptarse al entorno e intentando mantener la unidad familiar.
Así vemos como las protagonistas regalan al auditor un poco de su vida, mientras se reinventan para salir adelante y nos deleitan con inesperados giros de guion. El film, parte de la sección de la Semana de la Crítica de Cannes, logró hacer reír y llorar al público presente, lo que se afirmó en la ovación que tuvo a su término.
La Película
Las tres generaciones de mujeres de la familia nos muestran distintas visiones de la vida, personalidades que no siempre son compatibles pero que de alguna u otra manera se encuentran en la necesidad y el amor. Tiene pequeñas luces casi documentales a ratos, acompañada con una fotografía increíble, y una cámara que sigue a sus protagonistas casi en tiempo real lo que hace ir viviendo cada segundo con ellas, filmada igualmente que en su codirección con el ganador de la Palma de Oro «Take Out» donde utiliza un iPhone para grabar lo que lo hace más alucinante.
En cuanto a sus personajes quien se roba totalmente la película – incluso con actuaciones majestuosas – es Nina Ye, la actriz, interpreta a una pequeña niña de cinco años llamada I-Jing que con sus pequeños microgestos se roba el corazón de quien la asiste, incluso cuando comparte el protagonismo con su hermana mayor I- Ann (Shih-Yuan Ma) que desbordada talento actoral y se lleva el mayor peso del dramático en el film. Por otra parte, con su madre en pantalla Shu -Fen, una espectacular Janel Tasi, que entrega una perfecta performance, de igual manera Ye, conmueve, saca carcajadas y da una perspectiva transversal a cualquier problemática adulta, es una niña e intentar vivir esa etapa de una manera feliz a pesar de todo nuevo contexto.
En el comienzo del film la vemos saltando, ayudando con las tareas del nuevo negocio nocturno de su madre donde vende comida, se la ve persiguiendo a su hermana o recorriendo los distintos pasillos de la feria donde se encuentra el puesto de alimentos. Construimos a través de ella una visión de mundo a partir de sus ojos que intentan adaptarse al entendimiento de todo lo que pasa a su alrededor y que se resalta por los dramas a los que están sometidas su hermana y su madre.
Desde pequeña se enfrenta a conversaciones como la muerte, la falta de dinero o la inhabilidad emocional de su familia que la trata como un adulto más. Pero que dentro de todo, es una familia que se quiere y que quiere que sea feliz, incluyendo su reconexión con su familia ampliada, como su abuela y el padre de su madre quién será esencial en el relato a pesar de casi no aparecer en pantalla.

Una tarde que I-Jing debe quedarse en casa de sus abuelos. Su abuelo, al darse cuenta que es zurda, le impide utilizar esa mano aludiendo a que está dirigida por el diablo, vinculándolo a antiguas creencias de generaciones anteriores, lo que caló profundamente en la adorable protagonista que cambia su vida por ese mandato y nueva creencias.
Una de las cosas más interesantes del film es como va intercalando la vida de las protagonistas, pero haciéndola volver a los ojos de I-jing y sus cortos cinco años de vida.
Su hermana mayor, no tiene los medios para ir a la universidad y la distancia de sus compañeros que se ha encontrado nuevamente en la ciudad hace que viva al límite. Su dura carcasa es solo una proyección de la falta de cariño, pero su estoicismo la hace caminar con la frente en alto desafiando todos los esquemas de la sociedad. En el caso de la madre de ambas, su pasar no es fácil, a duras penas intenta mantener el negocio para poder sobrevivir y sacar a su familia adelante.
Es, en lo dulce y agraz, de cómo van reaccionando y entrelazándose las historias de estas tres mujeres- y los personajes secundarios que los rodean- que la audiencia encuentra refugio en ese vaiven emocional que la directora logró construir delicadamente, teniendo como otro personaje principal a la ciudad que es recorrida a pie, en moto, o con cámara de un iPhone siguiendo a las protagonistas por pequeños pasajes llenos de luces y puestos comerciales.
Los peaks del film tienen que ver con la relación de la pequeña con una suricata que llega a sus vidas repentinamente y luego con una cena familiar del cumpleaño de la abuela que dejará a todos atónitos ante visitantes que terminan destapando una verdad que se había escondido por años.
La transversalidad de lo real y lo social, que siempre está cuestionando la perspectiva de quien lo construye y lo vive es tal como el cine de Baker y sus colaboraciones con Tsou, ese que deja entrever la brechas de clases, en este caso particular el machismo disfrazado en la cultura asiática, la dificultad de la vida diaria que se vuelve escencial en el relato de la película y el retrato de estas tres generaciones que no solo cuestionan sus propios constructos y valores, sino también nos hacen dar cuenta que a veces lo que vemos es solo una pequeña parte de lo que se lleva por dentro. En especial en los ojos de una niña que intenta descifrar este mundo de adultos y no perder su esencia de esa niñez. Definitivamente un must de todo cinéfilo.
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